Hemos normalizado el que las diferencias nos separen en todos los aspectos de la vida. Solemos favorecer, de alguna manera, a quienes coinciden con nosotros y condenar o aislarnos de los que no, lo cual nos impide usar una de las labores más nobles de nuestro liderazgo: la inclusión y el valor de las diferencias.

Todos tenemos un espacio de poder que incluye la capacidad de incluir a otros, si no somos capaces de reconocerlo y ejercerlo, nos estaríamos convirtiendo en muchos de esos líderes antiguos que disfrutan su posición desde el egocentrismo, desde el imponer y no desde lo que significa estar al servicio de los demás.

El liderazgo no está relacionado con imponer o controlar, sino con acompañar:

Escuchemos todas las opiniones, no condenemos ni enjuiciemos.
Dejemos de proyectar en los demás nuestros miedos e inseguridades y normalicemos el que haya personas que piensan diferente.
Hagamos uso de la vulnerabilidad como algo valioso, como ese lugar más flexible para conectar con otras personas.
Aceptemos que podemos convivir aun cuando haya falta de coincidencia.

Vivir lo incómodo para trascenderlo

A veces, para evitar algo que nos va a generar incomodidad, escapamos de situaciones, por ejemplo, dejamos de conversar lo que hay que conversar para no experimentar el dolor que eso puede conllevar. Pero la verdad es que lo incómodo suele ser útil cuando se vive, es decir, si no nos animamos a sentirlo y lo posponemos, no lo podremos soltar ni resolver.

Escapamos de lo incómodo por el temor a ser incorrectos, al rechazo y juicio crítico, cuando no sabemos qué tenemos que decir o hacer, o cómo reaccionar ante una situación. Por eso, nuestra intención debe ser aprender a ir de frente, ir más directo. Dar a conocer lo que necesitamos de forma auténtica, sin adornarlo con palabras o actitudes. Esto nos ayudará a quitar la incomodidad o el dolor para encontrar soluciones.

RECORDAR: Lo que sigue luego del dolor es la resolución.

Cómo respetar y dar a conocer mis límites

El desconocer o irrespetar los límites de los demás implica un desconocimiento de los nuestros. Pensamos que poner límites quiere decir ir en contra de alguien, limitar al otro y, por eso, esto termina siendo una tarea tan difícil de llevar a cabo.

Cuando alguien nos pone un límite y lo respetamos, sin cuestionarlo, nos limitamos a nosotros mismos, nos desconocemos y empezamos a tomar parte de algo que no nos corresponde. Para evitarlo es fundamental que lleguemos a acuerdos, que son los puntos de encuentro cuando vivimos sanamente desde nuestros límites y donde nuestro ego se suaviza.

Dar a conocer nuestros límites, ejercerlos a para a partir de acuerdos logrará armonía en nuestra convivencia y representa uno de los actos de amor más grandes hacia nosotros.

Que no se detengan tus ganas de seguir aprendiendo…

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