No puedo dejarlo ir

Desde que nacemos y nos aferramos a la manito de mamá, el apego nos acompaña durante toda nuestra experiencia. Si bien no podemos evitarlo, sí podemos estar alerta y -desde la madurez- entender por qué nos queremos apegar, para comenzar a hacer nuestro propio trabajo.

Y es precisamente ahí cuando el apego se transforma en un regalo y parte de nuestra evolución, porque hace que nos miremos más y estemos atentos a lo que necesitamos, no para buscarlo afuera, sino para dárnoslo nosotros mismos.

Título