Ante todo, debo decir que es normal que la herida del rechazo nos acompañe desde los primeros años de vida. Esta suele ser el resultado de una situación que vivimos en esos días; algún hecho que nos hizo sentir ignorados por alguno de nuestros padres, cuando alguien nos dijo algo negativo que creímos verdad, un fracaso experimentado… Pero, en realidad, esa herida no se formó por lo que ocurrió, sino por cómo nosotros recibimos esa experiencia.

¿Cómo se manifiesta el dolor del rechazo? Nos fabricamos una nueva identidad a partir de un juicio o error proyectado, que hace que nos vayamos minimizando o enojando con rasgos de nosotros, hasta llegar al punto de que nos cueste aceptar los elogios. Entramos en un espiral de exceso de modestia que realmente está alimentado por la idea de sentirnos menos.

Ahora más que nunca, no nos podemos dar el lujo de convivir con alguna de estas heridas. Para sanarlas no solo es necesario que las reconozcamos en nosotros, sino que comencemos a elegir hacerlo diferente, ejercer esa libertad que tenemos. Debemos animarnos a mirarnos más a nosotros y menos a los demás, dejar de limitarnos en las cosas que sentimos hacer por miedo al qué dirán. Si no lo hacemos, vamos a seguir pensando que de verdad hay gente que quiere hacernos daño y se transformará en una experiencia de sufrimiento y victimismo.

Detrás del miedo al rechazo, hay una personalidad por descubrir

Cuando nos ocupamos de cerrar la herida del rechazo, notaremos que vuelve la creatividad y vitalidad. Dejamos de pelearnos con quienes somos y ya no nos escondemos, por eso, la sensación es como si recuperásemos años de vida.

Si bien es normal que convivamos con la idea del rechazo desde niños, no es normal que sigamos eligiéndola:

Prestemos atención cada vez que no nos sintamos tan valiosos. Cuando nos sentimos invalidados o dejamos que el otro nos frene en algo que sentimos hacer, demuestra que la herida aún está abierta.

Animémonos a expresar en voz alta lo que refleja nuestra opinión. Generalmente, bajamos la voz, tratamos de disimularlo o pedimos disculpas. ¡Vamos a comunicar nuestros puntos de vista! No necesitamos coincidir, tampoco imponer, sólo compartir.

Si nos sentimos desaprobados, no busquemos esa aprobación afuera, reconozcamos que somos libres de elegir dónde queremos estar y que podemos decidir no quedarnos en un entorno que no nos acepta.

¿Quieres seguir aprendiendo cómo confiar más en ti y sanar la herida del rechazo? Te invito a profundizar en el tema en nuestra Comunidad, donde encontrarás una serie de lecciones, clases, meditaciones y muchas más herramientas disponibles. Se trata de un espacio de membresía que he creado para apoyarte a conectar contigo mismo, con el fin de que descubras, de manera consciente e intencionada, tu propósito de vida y puedas vivir en un estado de bienestar integral. Puedes suscribirte a la Comunidad aquí.