No me considero una persona celosa, pero conozco los celos. Me han celado muchas veces, y otras el que tuvo celos fui yo. De a poco, fui viendo que los celos no eran el problema, sino solo una cara visible. Si había celos, es que había una idea anterior que me decía que eso que celaba, me pertenecía. Solo celaba lo que creía poseer, y además, creía que eso que poseía me definía, por lo que perderlo sería terrible, tan terrible como quedarme vacío, sin vida.

Ahora sé que los celos pueden aparecer porque, aún cuando me crea muy libre, la mente sigue jugando a hacerme creer que algo puede ser mío (…y solo mío) y ver como enemigo al que quiera, haga o diga lo mismo que yo. Pero ya no los escondo, sino que los pongo al descubierto para ver a qué me estaba atando, o, mejor dicho, qué representaba eso a lo que me estoy atando, para salirme de esa falsa promesa. Qué o quién, que en definitiva es lo mismo.

Y así fui aprendiendo a crear vínculos lo más sanos posible. Conocerme bien a mí antes de pretender conocer al otro. Asegurarme de darme lo que necesito para no creerme el cuento de que alguien puede salvarme… o, por el contrario, hacerme daño. Cultivar una buena amistad conmigo para luego poder compartir sanamente con otros. Y a ser prudente, para no entusiasmarme con algo que prometa lo que sé que no puede dar.

Al final, los celos no fueron tóxicos, sino que me despertaron.

Julio.

Se viene un nuevo Spiritual Day Camp en Miami

Un día lleno de aprendizaje, meditación y mucha calma.
El 05 de septiembre en Inhale Miami.