El perdón

En el centro del perdón siempre se ha puesto bien a otra persona o bien algún acontecimiento, sin embargo, perdonar se trata de aceptar la limitación de nuestras percepciones. Me explico: ante determinadas situaciones construimos discursos dirigidos por nuestros miedos y es ahí cuando perdemos la capacidad de ver en perspectiva lo que pasa. Al quedarnos en esta primera impresión sesgada nos quedamos también enganchados con esa idea. Por lo tanto, perdonar es deshacerse de lo que pensamos acerca de lo que pasó.

Despedirnos de lo que seguimos pensando es el propósito del proceso del perdón y lo vamos a trabajar desde el cuerpo.

La disposición al perdón y las emociones

Muchas veces podemos estar preparados mental y racionalmente para perdonar, pero son nuestras emociones las que nos frenan. Es por eso que insisto en la importancia de bajar al cuerpo y de animarnos a identificar cuáles son las emociones relacionadas con eso que hemos vivido. Hacer un repaso intencional y bien dirigido de nuestros pensamientos recurrentes, sentirlos como el primer día en que ocurrió y dejar de resistirnos es el primer paso hacia el perdón.

Un proceso de perdón no puede empezar si no queremos volver a sentir “eso”: es necesario sentirlo para que sea la última vez que revivamos esa(s) emoción(es). Entiendo que tengamos temor porque solemos pensar que esta práctica va a crear más emociones, adentrándonos en un espiral que aparentemente no tiene final, pero no es así, es de hecho el primer paso para cerrar ese ciclo porque, repito, reconocer una emoción y sentirla no es nutrirla ni avivarla.

Otros asuntos relativos al perdón a tener en cuenta son:

  • Detectar lo que internamente se siente incómodo.
  • Sentir lo que haya que sentir sin generar más pensamiento ni juicio.
  • Asumir nuestra parte de lo que pasó.
  • Estar en la dispuestos a disculparnos por nuestra participación en ese proceso.
  • Dejar de usar el pasado y sus formas como mecanismo de cuestionamiento del presente.
  • Admitir lo que pasó tal y como sucedió.
  • Comprender que en el presente siempre podemos volver a elegir.

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