“Me muero si pierdo esto”. “Me puedo morir si esto no ocurre”… Entonces, ojalá que me muera, me dije una vez. No, no me estaba deseando el final de mi vida, sino entender que no estaba viviendo si la razón de mi vida estaba en algo ajeno a mí.

Es muriendo como se resucita a la vida eterna. Así termina la oración de San Francisco de Asís. Desde que la leí no tuve dudas de que hay que dejar morir lo que no somos. Que, si quería vivir, debía dejar morir lo que no soy.

Hoy puedo entender que detrás del miedo a la muerte hay mucho miedo a vivir, a no entregarnos a lo que la vida nos propone y querer controlar, aún de maneras muy sutiles, todo lo que pasa y lo que queremos que nos pase. Solemos estar tan ocupados en eso que queremos, que descuidamos lo valioso que está ocurriendo. Podemos estar tan ocupados buscando con quien estar y persiguiendo a alguien, que descuidamos a los que están con nosotros. Por eso, la muerte nos ordena. Pero no es necesario esperarla, podemos simplemente preguntarnos ¿de qué siento que me muero si no ocurre? Para matarlo antes que nos siga quitando vida.

Julio.

¡Inteligencia Espiritual para reconectar con nuestra sabiduría!

Iniciamos un nuevo grupo en octubre de 2021