Cuando creemos que nuestras decisiones no nos llevan a buen puerto, lo primero que debemos revisar es el juicio que tenemos sobre qué sería para nosotros un “buen puerto”. Así pues, una cosa será lo que nos diga la mente que tenemos que hacer, pero otra es lo que se sentirá en el cuerpo y en el alma, como una fuerza mayor que nos empuja a hacerlo.

En cualquier caso, es fundamental que antes hayamos reconocido que tenemos la libertad de elegir lo que sentimos hacer en cada momento. A veces, postergamos alguna decisión porque lo que debemos decidir no nos gusta, pero no consideramos el hecho de que podemos elegir otra cosa o simplemente no hacer nada.

¿Y cuáles son las consecuencias de no ser conscientes de nuestra libertad de elegir? Que tendemos a elegir siempre lo más seguro, aunque no sea parte de nuestro destino. Nos vamos desviando de nuestro camino y siendo menos auténticos. En palabras más simples, dejamos de hacer lo que de verdad sentimos y nos mantenemos condicionados por juicios, personas o situaciones. Vamos dejando de vivir plenamente.

Empezar a sentirnos en paz con aquello que debemos decidir comienza por dejar la enemistad con nosotros mismos cuando cometemos un error. Equivocarnos también nos trae muchas bendiciones y nos convierte en personas más atentas. En todo caso, debemos darnos cuenta que, a pesar de ese error que pudimos cometer, seguimos de pie, vivos, la vida sigue su marcha. Por eso, es necesario agregar una cuota de autocompasión para no criticarnos tanto. ¡Lo que nos pasa no es tan grave!

Después de una mala decisión, la próxima seguro será mejor

Al haber capitalizado y aceptado el error como parte necesaria del camino, todas las demás experiencias -incluidas las decisiones por tomar- se van ordenando más fácilmente. Esta toma de conciencia comienza con estar en paz; creando un espacio donde podamos bajar la velocidad y calmar la mente, para quitarle fuerza a las emociones y que estas no hablen por nosotros.

Así que, antes de tomar una decisión:

  • Hagamos una pausa: tomemos unos minutos para serenarnos y cerrar los ojos, para que la decisión sea coherente con lo que somos.
  • Revisemos la intención detrás de esa decisión: qué realmente queremos alcanzar, qué tiene que ver con nosotros. Identificar si eso nos llevará a fortalecernos a nosotros mismos o si buscamos complacer a algo externo o buscar certeza en algo ajeno a nuestro control.
  • Reconozcamos que siempre habrá un riesgo ante lo incierto: analizar el riesgo detrás de esa decisión. Aunque siempre el peor riesgo es perdernos de vivir la vida que más nos representa.

¿Te gustaría seguir aprendiendo a estar en paz con tus elecciones diarias? Te invito a seguir profundizando y apostando por ti en nuestra Comunidad, donde encontrarás una serie de lecciones, clases, meditaciones y muchas más herramientas disponibles. Se trata de un espacio de membresía que he creado para apoyarte a conectar contigo mismo, con el fin de que descubras, de manera consciente e intencionada, tu propósito de vida y puedas vivir en un estado de bienestar integral. Puedes suscribirte a la Comunidad aquí.