No he podido guardar secretos propios. Cuando es oportuno, pongo sobre la mesa lo que se necesita conocer. Eso me ha evitado enredarme innecesariamente en muchas situaciones y me da la calma para andar por la vida sin cargas.

Debo decir que llevo en mí secretos de muchas personas, que los guardo porque ellas deciden hacerlo. Cuando alguien me confía un secreto, sé que lo hace porque sienten confianza, porque saben que los podré escuchar sin prejuicios. El problema de los secretos no es lo que sucedió, sino la carga de culpa que llevamos con eso. Por eso, además de escucharlos, les pido que alguien que los ama también lo sepa. Si esconden un secreto, también están escondiendo la razón de su dolor y muchos de sus miedos. ¿Y cómo podrían abrirse al amor con alguien a quien no le pueden confiar lo que más les duele, los enoja o sienten una carga?

Entiendo que es parte de nuestra cultura esconder verdades. “De eso no se habla… y punto”. Pero ese punto no queda bien puesto, porque nada termina allí. Por los pedacitos que se rompen sigue sangrando la herida y si no nos expresamos, nunca sanará.

Secreto viene de segregar, de poner aparte. Y así como el cuerpo segrega pus cuando hay una infección en una herida, así nuestro inconsciente segrega lo que nos hemos guardado por miedo a decirlo. En el cuerpo, al principio es solo agua, luego, si no lo atendemos, huele, y huele mal. Para el alma también es así, va sacando a la luz, como puede, lo que escondemos hasta que, si nos resistimos, las cosas huelen mal. Y la razón suele estar en ese secreto no dicho.

Lo podemos decir de a poco, quizás a una terapeuta primero, lo podemos escribir antes de decirlo o decirlo por escrito, busquemos la manera de hacerlo saber, pero no dejemos que los secretos nos nublen nuestro destino, que siempre es luminoso
Julio.

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