Hay cosas que se sienten en el corazón y otras en el estómago. Las del corazón son las del alma, las demás pueden ser solo ideas del ego y, más allá de ser buenas o malas, no terminan siendo lo que esperábamos. Son ilusiones que terminan en desilusión.

He tomado decisiones por impulsividad confundiéndolas con pasión y he puesto mi energía en lo que emocionalmente me movía, sin darme cuenta que todo lo que me pasaba por el cuerpo venía de mi mente. Y mi mente no estaba tan clara como para saber qué era lo mejor para mí. Hablo de mis expectativas, de mis miedos y hasta de mis ganas de hacer por fuera lo que no había construido por dentro, como buscar sentir más confianza al sumar un logro material. Cosas de la inmadurez.

Hoy, con más madurez, escucho mi mente, me doy un tiempo a que mi emocionalidad reaccione, pero sé que ese no es el momento de tomar una decisión. Espero que mi corazón sea el que tenga la palabra final. Y sé que esta llega cuando me sereno y estoy en paz con eso que voy a hacer. Sólo así sé que “mi corazón lo siente”.

La torpeza se disimula muy bien en emociones coloridas y la impulsividad sigue apareciendo. Pero ahora las reconozco y me doy tiempo. La inteligencia espiritual se desarrolla cuando permitimos que nuestro espíritu intervenga en lo cotidiano. Y, de esta manera, lo fui integrando a mi vida. Por eso, si no se siente en paz, sé que no es por allí.

Julio.

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