Muchas veces, no fui elegido. No me eligieron para un trabajo que quería hacer, no me eligieron como amigo y, donde más dolió, fue cuando no me eligieron como pareja de quien yo sí quería. Y diré que, más allá del dolor pasajero, fui aprendiendo a elegirme.

Cuando no me elegía, no me buscaban, o no me encontraban, o, simplemente, parecía transparente. No me veían. Y allí tuve dos posibilidades: comenzaba a querer agradar, buscar aprobación, sobre adaptarme a todo lo que imaginaba que debía hacer para ser mirado… o me elegía primero a mí.

Y las metas dejaron de ser tener una pareja, conseguir ese trabajo o encajar en ese grupo de amigos, sino que me dediqué a ser más amable conmigo, valorarme y ser el primero en hablar bien de mí.

Puedo decir que muchas veces no soy elegido, porque es natural que así sea, pero ya no lo tomo personal, ya no hay dolor. Comprendí que soy distinto, que no consumo lo que todos consumen, que es natural que alguien que no comparte mi forma de ver la vida, no me elija y que no ser elegido también está bien.

Hoy, ya no me escondo ante el elogio, pero tampoco lo busco. Mis críticas son para crecer, no para minimizarme. Valoro de mí lo que quizás nadie más puede valorar. Y también, me cuido. No abro la puerta a quien no pueda respetarme y, genuinamente, dejé de elegir (y hasta perseguir) a quien no me elige.

Julio.

Escuela de Inteligencia Espiritual inicia en octubre 2021

¡Quedan pocos cupos disponibles para este programa de formación! Una invitación a ver la vida desde una mirada más amplia.

Puedes escribir a [email protected] o visitar la página para conocer más.