En algún aspecto en nuestra vida, seguramente, nos ha sucedido esto: elegir a quien no nos elige, aunque a veces no es tan evidente. Y no nos sucede solo con parejas, sino con padres, amistades, vínculos laborales…

Hay un punto esencial que perdemos de vista y es que cuando no nos elegimos a nosotros mismos, los demás no nos buscan, o los que nos buscan, no llegan. También puede suceder que los que llegan, no nos eligen. Y así vamos formando parte de un círculo autodestructivo.

Estamos tan definidos por la mirada del otro, que en el intento de que el otro nos mire dejamos de ser nosotros mismos. Nos transformamos en el personaje que la otra persona quiere que seamos, o lo que imagino que busca.

¿Cómo empezar a darle la vuelta a esto? Comencemos por revisar y fortalecer la relación con nosotros mismos. También es importante encontrar a quién proponerle una comunicación profunda, que es la que todos anhelamos; esa en la que nos sentirnos realmente atendidos… No todas las personas que encontraremos en el camino van a estar dispuestas a tener esta conexión, pero en nuestra manos está evitar que nos hagan dudar de nuestro valor.

  • Establezcamos una amistad con nosotros para despedirnos de esa necesidad de encajar para ser elegidos.
  • Dejemos de buscar la mirada del otro en las relaciones, ambos nos sentiremos valiosos.

Por qué quiero que me elijan

La no elección a nosotros mismos tiene que ver con el maltrato silencioso y frecuente que nos damos. El gran dolor de no ser elegidos o elegibles no tiene que ver con el otro, sino con nosotros.
Es necesario ocuparnos de lo que sentimos, tanto como solemos ocuparnos del otro, y familiarizarnos con la idea de que puede que no nos elijan, pero comprendiendo por qué no ocurre, y sin sentirnos insuficientes por ello. Si no me siento valioso es porque la relación conmigo no es amorosa.

Para construir un vínculo más amable con nosotros, consideremos:

  • Revisar el maltrato cotidiano que cometemos en nuestra contra y cómo nos relacionamos con el elogio.
  • Elegir a las personas que nos eligen, de forma cuidadosa, para no perdernos en la conquista del que no nos elige.
  • Valoremos en nosotros lo que los demás no pudieron valorar. No esperemos que el otro lo haga.
  • Renunciemos a querer cambiar la opinión del otro.

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