Cuando no nos sentimos elegidos o elegibles, puede suceder que hayamos sentido que alguien en nuestro hogar no nos eligió. Hemos sufrido por eso, y surge una herida. Lo que más anhelamos cuando buscamos la mirada del otro es el contacto profundo: sentirnos atendidos, escuchados, percibir un interés genuino. Con esta lección, vamos a trascender la necesidad de ser validados por el otro y entender que somos suficientes y valiosos, aún cuando no nos elijan.
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