Si hay algo que nos cuesta enormemente es adaptarnos a nuestro cuerpo, a veces sentimos que podemos hacer más de lo que este puede. Solemos maltratarlo, porque creemos que es el único que nos ha impedido vivir como queremos; porque se cansa, engorda, nos duele… En otras palabras, no somos compasivos ni estamos atentos a lo que el cuerpo nos dice, sólo solemos detenernos ante el dolor o una enfermedad.

¿Y a qué se debe este rechazo hacia el cuerpo? Bueno, puede que hayamos tenido alguna situación donde este se sintió agredido; un accidente o una situación de abuso, o cuando hemos vivido una experiencia traumática en el pasado, que no está determinada por lo que sucede, sino por cómo lo vivimos, esto hace que en el presente terminemos incómodos con él.

Otra de las razones que nos impide hacer las paces con el cuerpo es netamente cultural; nos dijeron “no te pares así”, “no hagas eso”… El cuerpo es el primer espejo de nuestra consciencia, por tanto, todo lo que pasa en ese nivel, se refleja en él. Los miedos y las certezas se notan en el cuerpo.

Si queremos empezar a vivir en paz, debemos comenzar por crear una relación amable con nosotros mismos, y sobre todo, con el cuerpo. Solo así trascenderemos la necesidad de hacer más de lo que este puede y dejaremos de castigarlo.

3 aspectos fundamentales para hacer las paces con mi cuerpo

Aunque suene un poco duro de escuchar, si no amamos nuestro cuerpo, lo estamos odiando, de maneras muy coloreadas y figurativas, pero al final de cuentas, no es amor. Para empezar a construir esa sana relación es necesario:

  • Preguntarse: ¿qué necesito ante eso que me hace sentir así con mi cuerpo? Lo que le critico, refleja una necesidad no atendida en mí.
  • Revisarse: observemos el juicio que seguimos sobre lo que le hace bien al cuerpo, por ejemplo, el tiempo de descanso. A veces no descansamos lo que necesitamos porque tenemos el prejuicio de la vagancia, o en el caso de la belleza, el de la banalidad.
  • Nutrirse: animémonos a nutrirnos más y mejor, que no tiene que ver sólo con alimentos físicos, sino con sensaciones, del espacio donde estamos, de experiencias que nos traigan paz. Cuidemos cómo nuestro cuerpo va teniendo contacto con otras energías y la calidad de ellas.

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