La vida no se salta, se camina

En ese momento tenía 18 o 19 años. Posiblemente estaba pensando en qué sería de mi vida. Seguro que aún buscaba algo que no podía encontrar. Por eso, quizás, había un dejo de tristeza en mi mirada.

He caminado mucho desde esa foto. Mucho más de lo que puedo recordar. Pero, en un momento, alrededor de los 25 años, todos esos caminos fueron terminando en mí. Dejé de pedir para buscar qué es lo que no me estaba dando. Dejé de esperar y comencé a hacer. No dejé de tener, pero comencé a dar y disfrutar de hacerlo. También me equivoqué muchas veces, pero hoy entiendo que esos errores no fueron más que clases especiales para aprender más de la vida y de mí. Sobre todo de mí.

Podría decir que no hay mejor escuela que la vida misma. Y hablo de la vida cotidiana, pues no encontré mejores maestros que las personas que la vida puso a mi lado, y que la familia fue más allá de los lazos de sangre para encontrar comunión con seres muy especiales, con lo que pude haber compartido solo un momento, pero cuya presencia forma parte de mi vida. Los siento.

He buscado mucho y de a poco fui encontrando. De a poco, porque la vida no se salta, se camina.

Cuando veo mi rostro en esta foto, también veo todo lo vivido y agradezco por cada día. Y me lleno de esperanza por todo lo que aún me queda por recorrer.

Me siento vivo, más vivo que nunca, y se los quería contar.
Julio.

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