El camino de la espiritualidad está marcado por el equilibrio entre la mente, el cuerpo y el espíritu. Ninguno es más o menos importante que otro, al menos mientras vivamos en esta dimensión física.

Tenemos la tendencia a relativizar nuestro cuerpo y descuidar nuestra mente. ¿Qué pasaría si no pagamos las cuentas de nuestra casa, no cuidamos sus paredes y la dejamos sin puertas ni ventanas? No viviríamos en paz, si es que nos permiten vivir en ella.

Mientras estemos en una casa, lo que ocurre en ella (la mente) y sus muebles y paredes (el cuerpo) tienen un rol importante en la calidad de nuestra experiencia de vida.

Es cierto, no somos una casa, sólo vivimos en ella. Y tampoco un cuerpo, pero vivimos en él. Al menos por ahora…

El equilibrio es la meta.

A veces, buscando la espiritualidad forzamos el cuerpo a austeridades y terminamos débiles y enfermos. Otras, no somos conscientes ni siquiera de la importancia de la alimentación y un buen descanso. Y aunque hayamos llegado a la cumbre en una meditación, no podemos disfrutar de sus beneficios.

Revisemos nuestra vida cotidiana y veamos si estamos buscando el equilibrio entre lo que pensamos, la manera que cuidamos el cuerpo y nuestras disciplinas espirituales.

Equilibrio, esa es la meta.

Extraído del libro “Aceptación. Vivir en paz”