Comencemos por el cuerpo
Es natural que consultemos a nuestro cuerpo cuando tenemos que comer, ejercitarnos, correr o quedarnos quietos. Hay una valiosa relación ya establecida con él que nos permite transitar la vida con armonía, teniendo prudencia cuando la necesitamos o impulsándonos a tomar una determinada acción cuando sea necesaria.

En esta constante comunicación con el cuerpo incorporaremos una manera más profunda de escucharlo para observar lo que nos dice en referencia a lo que pensamos. Sí, el cuerpo es el parlante del micrófono que tenemos en la mente.

Para poder darnos cuenta lo que el cuerpo nos dice, necesitamos ir moviendo la atención desde lo externo hacia nosotros. Convertirlo en una práctica hasta que sea natural que consideremos lo que sentimos antes de darle certeza a lo que hemos asumido que es verdad.

Hemos dejado a la mente actuar por sí misma, pero ésta siempre está con un pie puesto en el pasado o en el futuro y nada es más real que lo que está ocurriendo en este momento. Para eso está el cuerpo, ya que el nos conecta con el presente, con este momento, con lo que realmente está sucediendo más allá de las especulaciones y las historias que nos contamos. Toda decisión es nueva si estamos bien parados en este momento, con la atención puesta en lo que ocurre.

La Tarea:

  • Tomaremos unos minutos para practicarlo. No debemos estar en un lugar específico, ni tampoco en una posición especial, pero al principio, para evitar distracciones, es preferible estar en un espacio sereno. Con la práctica, será natural conectarnos con el cuerpo en medio de una conversación, cuando debamos tomar una decisión en una reunión, conduciendo el automóvil o caminando. Será parte de una nueva manera de observarnos y discernir.
  • Llevaremos la atención a las áreas del pecho, del estómago,de la garganta y del cuello. Son los espacios físicos donde se hacen más evidentes las sensaciones.
  • Observaremos lo que sentimos, tal como lo sentimos. Nos pueden orientar estas dos preguntas: ¿Cómo me siento? ¿Dónde lo siento? Mantengámonos alerta a todo lo que sintamos, ya sea pesadez, dureza, contracción o calma. Recorramos el pecho, el estómago, la garganta y el cuello. Detengámonos en cada uno y observemos. Si creemos no sentir algo específico o especial que nos llame la atención, está bien. No nos exijamos a hacerlo. En ese caso, sigamos a la parte siguiente.
    Si no lo sintiéramos, quizás no estemos dedicando el tiempo para que la sensación se revele. No estamos tan entrenados en observar la sutileza de las sensaciones. Por eso, es necesario ejercitarnos y, al principio, darnos tiempo.
  • Observar es sólo eso, atestiguar sin tomar partido, sin controlar ni modificar .La tendencia es a catalogar lo que sentimos y definirlo como bueno o malo. Si es así, escuchemos lo que nos decimos, pero sigamos atestiguando. Con la practica iremos ganando quietud en la observación e iremos descubriendo más sensaciones de las habituales, además de tonalidades de cada una de ellas.
  • Acompañemos este proceso con la respiración. Una respiración profunda y serena ira creando las condiciones para que observarnos sea más cómodo, sin perder la atención en algo externo.
  • Terminemos el proceso con dos respiraciones profundas y volvamos la atención al cuerpo en general, a los sonidos alrededor y, poco a poco, abriendo los ojos a lo que estamos viendo.
  • En un principio, puede resultar más efectivo que cerremos los ojos durante el proceso de observación. No es necesario para identificar lo que sentimos, pero nos ayudará a conectarnos con el cuerpo, quitándole fuerzas a las distracciones externas. Nuestros cinco sentidos están tan desarrollados que ante cualquier estímulo, se llevan toda la atención.

Extraído del libro “¡Activa tu GPS!”

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